Al fondo de la cripta había una portezuela negra, una que fue el acceso primitivo a la cueva en tiempos de Sancho III, el rey que devolvió el esplendor a la diócesis palentina en el siglo XI. Al abrirla encontraron unas instrucciones para salir de allí y un papel envejecido, doblado y cerrado con un sello de lacre. Decidieron abrirlo, pues parecía que estaba ahí para ellos, y encontraron el siguiente mensaje escrito con una caligrafía indudablemente antigua.
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